viernes, 16 de noviembre de 2012

Shirikawago y Takayama, el Japón más rural

"Las casas techadas con paja se apretaban unas contra otras, en línea. De los cielos rasos colgaban estantes de bambú trenzado en que se secaban la leña y el carrizo. Las casas eran oscuras y malolientes como establos." El Samurai. Shusaku Endo.

Puntualmente, como no puede ser de otra manera encontrándonos en Japón, el autobús sale a las 8:45 de Kanazawa. Desde que dejamos la ciudad, la carretera no deja de enfilarse y atravesamos un buen número de túneles. El paisaje va cambiando y tomando los aires de la montaña. Sin llegar a ser un auténtico paisaje de alta montaña, recuerda mucho el del Prepirineo.

Después de tan solo una hora y quince minutos, el autobús nos deja en Shirikawago. Justo en la parada  hay unas taquillas en donde podemos dejar nuestras mochilas para hacer el recorrido más ligeros. Como prácticamente cada hora sale un autobús en dirección a  Takayama, decidimos no comprar el billete para poder recorrer la zona con calma, sabiendo que el último autobús sale a las 19:42.

Shirikawago se parece muy poco a lo que hasta ahora conocemos de Japón. Un pequeño pueblo aislado en un valle todo él rodeado de campos de arroz.  Parece una postal sacada de otro tiempo. Como es pronto y el sol todavía no ataca con toda su intensidad, decidimos dejar la visita al pueblo para más tarde y nos encaminamos al mirador de Shiroyama, que, saliendo por un sendero a la izquierda del pueblo, y tras una ligera subida, ofrece una perspectiva bellísima de todo el pueblo y gran parte del valle. Desde la oficina de información turística sale un autobús que te lleva hasta el mirador, pero caminando es tan solo un agradable paseo de unos 20 minutos.

De regreso al pueblo, nos recreamos con sus espectaculares casas. Lo que hace especial a Shirikawago es el hecho de estar formado exclusivamente por unas docenas de casas de estilo Gasshō-zukuri, literalmente "estilo de las manos unidas en oración", que es lo que recuerdan sus tejados. Las casas, de cuatro pisos, 18 metros de alto y 10 de ancho, pueden  alojar a diferentes generaciones de una misma familia. El tejado es de paja y madera y se tiene que reparar cada 40 o 50 años.

Hay diversas casas que se pueden visitar. nosotros optamos por Wada-ke,  que tiene como particularidad albergar un gran número de aperos y objetos cotidianos. Quien prefiera admirar la arquitectura, puede visitar Kanda-Ke, que es la casa que mejor la presenta.

Tras comer unas deliciosas kushiyaki cocinadas a la brasa, y refrescarnos con un helado de te verde igualmente delicioso, regresamos a tomar el autobús con destino a Takayama.

En poco menos de una hora llegamos a Takayama y la ciudad nos enamora a primera vista. Hermosa y abigarrada, pasear por sus calles es un viaje en el tiempo y de nuevo nos sentimos trasladados al Período Edo. Como muy bien lo describe la página web del Ayuntamiento, Takayama “ha conservado la atmósfera de una ciudad castillo, aparente por sus calles repletas de historia. Con las ventanas de celosías y los aleros enlazados de las casas de comerciantes en Sanmachi Suji, los imperecederos templos y santuarios históricos de Higashiyama.”

Tras dejar las maletas en nuestro hotel, el Acty, un sencillo alojamiento, pero espléndidamente situado, nos disponemos a explorar la ciudad. Iniciamos nuestro recorrido por la Takayama Jinya o Casa Gubernamental Histórica, un hermoso edificio de estilo tradicional que albergó las oficinas gubernamentales durante el Periodo Edo, cuando la ciudad estuvo bajo el control directo del Shogun. Tiene la particularidad de ser el único edificio de estas características aún en pie en todo el país, contiene abundante información y es una visita realmente interesante.

Salimos deTakayama Jinya, cruzamos el río por el puente Naka-bashi y nos dirigimos a la zona de Furui-Machi-nami. La ciudad antigua discurre al lado del rio Miyagawa, que atraviesa Takayama,  y en su centro está la calle Sanmachi, posiblemente una de las mayores concentraciones de casas del Periodo Edo, hasta tal punto que la ciudad ha sido designada por el Gobierno Japonés área de importantes edificios tradicionales.

La calle entera está adornada con centenares de tiras de papel y las casas compiten en belleza. Entre las casas de comerciantes destacan las fábricas de Sake, una de las especialidades locales. Se distinguen del resto porque en su fachada cuelgan enormes sugidama, bolas hechas de ramas de cedro, que sirven de reclamo y aviso. En su interior se pueden degustar y comprar diferentes modalidades de sake. Resulta un sacrilegio marchar de Takayama sin hacer honor a un vasito de sake.

Dejamos Sanmachi y  nos dirigimos al Takayama Yatai Kaikan, una enorme sala de exposiciones que alberga diferentes carrozas y ornamentos del famoso Festival de Takayama. En una pequeña sala pasan una película en inglés con las imágenes del festival, resulta impresionante y te haces una buena idea de lo que tiene que ser asistir a él.

Como el hambre aprieta, se acerca el momento de cenar. Y aquí sí que no hay ninguna duda, nos disponemos a probar la famosa ternera de Hida. No tan conocida en el exterior como la de Kobe, en Japón comparte su fama y no la desmerece en absoluto. Son numerosos los restaurantes que la ofrecen en toda la ciudad. Nos decantamos por uno de ellos, al azar, y ciertamente no nos defraudó. Tierna y jugosa, la fuimos cocinando nosotros mismos en un horno-barbacoa dispuesto en el centro de la mesa. Resultó una deliciosa experiencia gastronómica.

Al salir, Takayama nos tenía reservada una última sorpresa. Todo la zona de Furui-Machi-nami era una enorme fiesta callejera. Música, centenares de puestos callejeros, juegos... la mejor manera de decir adiós a una ciudad que, pese al poco tiempo que pudimos disfrutarla, nos robó el corazón.

Shirikawago
Shirikawago
Sanmachi
rio Miyagawa

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