domingo, 23 de diciembre de 2012

Datong: el monasterio colgante, la montaña sagrada de Heng Shan y las cuevas de Yungang

"Hay días en que Dios me viene a ver, se posa entre mis párpados y taladra los viejos muros de Heng Shan." El Dragón y la Luna. Gloria Lima y Milagros Salvador



Hoy hemos de estar a las 5:15 en la terminal 3 de Capital Airport para coger el vuelo de Air China que sale a las 7:15 y que nos dejará en el aeropuerto de Datong a las 8:30. El check-out en el hotel es rápido y el taxi, que nos cuesta 130 ¥, circula velozmente por las calles solitarias y oscuras de Beijing que nos dicen adiós.

Todo tiene una razón de ser. Hace muchos años vi un documental sobre el monasterio colgante de Datong y, desde ese día, se convirtió en uno de esos lugares que te impresionan de tal manera que no querrías morirte sin haberlos visitado. El viaje a China nos proporciona la ocasión. Además, relativamente cerca de Datong, están también los diversos monasterios que pueblan la montaña sagrada de Heng Shan y las cuevas de Yungang, que albergan 50.000 estatuas de Buda de todos los tamaños imaginables. Por cualquiera de las tres cosas habría valido la pena acercarnos hasta Datong.

No tenemos demasiado tiempo –un día escaso-, por lo que, durante los preparativos del viaje, contratamos con China Absolute Tours International Inc. unos servicios que incluían un conductor y un guía que nos acompañarían durante todo el día para hacer posible nuestra visita, además de dos billetes de tren que utilizaríamos esa misma noche hacia nuestro próximo destino. El intercambio de correos lo hicimos en castellano y la visita a Datong no fue exactamente como esperábamos, sencillamente fue mejor.

Nada más traspasar la puerta de recogida de equipajes nos estaban esperando May, que sería nuestra guía durante todo el día, y el Sr. Li, nuestro conductor. Sólo tenemos palabras de agradecimiento para ambos y un buen recuerdo que siempre perdurará.

El Monasterio colgante dista unos 75 kilómetros de Datong. Desde el aeropuerto el trayecto dura algo más de una hora, pero el coche es cómodo y May, después de darnos los billetes de tren para la noche, nos ofrece una perfecta explicación de todo en un inglés impecable, no sin antes habernos ofrecido unos botellines de agua bien fresquita y unas toallitas refrescantes.

En el trayecto, desde la carretera, tenemos ocasión de contemplar alguna aldea donde todavía viven en cuevas. Es una zona árida, de extrema pobreza. Sorprende constatar que el paisaje no difiere mucho de lo que ya en 1985 describía Paul Theroux en su magnífico En el gallo de hierro. Viajes en tren por China.

"En la visita al Templo Colgante para mí fue mucho más interesante el valle de los ling, un enorme desfiladero seco en cuyas cuevas vivía la mayoría de los ling. Habían ahuecado parte de las escarpadas paredes en las que había salientes, vaciado pasadizos y encajado ventanas. En el lecho del valle se veían chozas de barro y el resto eran terrazas demoradas en las cuevas, así como puertas y ventanas toscamente abiertas en la roca rojiza."

En su libro Theroux menciona una estadística oficial de la época que cifraba en 35 millones los chinos que vivían en cuevas, una cifra que, de hacer caso a la información que, en marzo del año pasado, publicaba Los Angeles Times, no ha cambiado sustancialmente en estos cerca de 30 años.

Divisamos el Monasterio justo antes de que empiecen a llegar los autocares repletos de turistas y en el mismo momento en que el sol ilumina la ladera de la montaña, lo que sucede –por su especial orientación- durante apenas media hora cada día. La visita es impresionante y aún más cuando la consigues hacer prácticamente en solitario, mientras observas cómo se va acercando la multitud que transportan los numerosos autocares. A pesar de mi vértigo, consigo hacer el recorrido sin ningún problema. Definitivamente, impresiona más la visión del Monasterio que, una vez allá, el hecho de recorrerlo. Estoy feliz, es un sueño cumplido.

Después de demorarnos un ratito tomando fotografías e intentando grabar en la retina la belleza del Monasterio, regresamos de nuevo al coche y nos dirigimos a visitar alguno de los templos y monasterios taoistas que están diseminados por la montaña sagrada de Heng Shan. La altura es impresionante y, en consecuencia, las vistas también lo son. Hacemos uso de algún que otro telesilla (mejor no acordarme de mi vértigo) y caminamos bastante en lo que resulta un indescriptible paseo por las montañas.

El hambre aprieta y May nos conduce a un restaurante de carretera donde somos los únicos occidentales. Además de los consabidos platos de pollo picante – con cacahuetes- y ternera picante, comemos la especialidad local, los Kao lao lao. La región de Shanxi presume de tener los mejores fideos de toda China, los Kao lao lao se cuecen al vapor y se sirven en forma de panal de abejas. Vienen acompañados de diferentes salsas que, cómo no, pican. Es la primera vez que los disfrutamos, pero no será la única.

Después de comer nos dirigimos a las cuevas de Yungang, aprovechando el trayecto para echar una cabezadita. Estamos cerca de Mongolia y el paisaje humano ha cambiado: muchos menos chinos Han y muchos más chinos de origen mongol. La carretera que conduce a las cuevas fue durante mucho tiempo la única carretera que conectaba con Mongolia y a ambos lados se dejan ver numerosas instalaciones del Ejército Popular.

Si lo que hemos visto hasta ahora ha resultado impresionante, Yungang no desentona. Un excepcional complejo de miles de Budas excavados en la roca, de todos los tamaños y en diferentes estados de conservación. Sencillamente, espectacular.

De regreso a Datong, el cielo parece estallar en lo que resulta una tormenta brutal. Como el tren hacia Pingyao, nuestro próximo destino, no sale hasta las 23:17 y el día, que había empezado antes de las 4 de la madrugada, ha resultado agotador, May nos ayuda a contratar una habitación por unas horas (240 ¥) en un hotel muy próximo a la estación. Descansamos -una ducha y unas pocas horas de sueño reparador- y nos disponemos a coger el tren nocturno que nos llevará a Pingyao. En el mismo andén nos despedimos de May -antes ya lo hemos hecho del Sr. Li-, que nos ha esperado mientras descansábamos en el hotel y ha querido acompañarnos hasta el último momento. Gracias.

Monasterio colgante de Datong
Monasterio colgante de Datong


Monasterio colgante de Datong
Montaña sagrada de Heng Shan


Budas de Yungang
Budas de Yungang

1 comentarios :

Ahora en Buenos Aires estoy leyendo el libro de Paul Theroux, en la hoja que transcribiste su experiencia en el Templo Colgante

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