miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Gran Muralla y la Zona Olímpica

"Tía Qin, como muchos chinos de su generación, profesaba una fe ciega e inquebrantable en las murallas. En Pekín esta devoción era palpable; nadie que viva tras sus imponentes murallas, fosos y puertas dobles puede dejar de experimentar una sensación de seguridad, por muy falsa que ésta sea." David Kidd. Historias de Pekín.


Puntualmente, a la hora acordada, un minibús nos recoge en la puerta de nuestro hotel. Ya hay una pareja de franceses dentro y después de recoger a cuatro alemanas alojadas en un Hostel cercano, en un típico hutong de los muchos que pueblan todo Beijing, la furgoneta nos deja en el antiguo barrio ruso de la ciudad donde ya nos espera un autocar con más pasajeros y una guía que, en unas tres horas, nos trasladará a Mutianyu.

Escogimos el tramo de Mutianyu para ahorrarnos las aglomeraciones de Badaling y, la verdad, creo que acertamos. No hay demasiada gente y, en esas condiciones, el paseo por la Gran Muralla resulta francamente agradable.

Tras proporcionarnos la guía las entradas y fijar la hora y el lugar para comer, llegamos al pie de la torre 6 y subimos en el telesilla. Una vez arriba, nos disponemos a recorrer, torre tras torre, la Gran Muralla. Contamos con algo más de dos horas y en ese tiempo llegamos hasta la torre 14 y regresamos de nuevo a la 6. El recorrido, siempre en ascenso, es duro y el calor aprieta -el día es espléndido, lo que nos permite gozar de las espectaculares vistas- pero la ilusión consigue vencer al cansancio. Bajamos de la Gran Muralla por el tobogán, un recorrido de unos 2 quilómetros en vagonetas individuales -tú mismo controlas la velocidad-, en una experiencia francamente divertida.

La comida venía incluida en la excursión y la hacemos en el pueblecito que hay al pie de la Muralla. No es de lo mejor que comimos en China, pero sirve para reponer fuerzas.

Ya de regreso, aprovechamos para pasar por el hotel, descansar un poco, ducharnos y cambiarnos de ropa. De nuevo listos y aseados, y un poco quemados por el sol que ha presidido toda nuestra visita a la Gran Muralla, nos dirigimos en metro hacia la Zona Olímpica.

Sin duda, el mejor momento para visitar la Zona Olímpica es al atardecer, paseando tranquilamente por la gran avenida mientras va anocheciendo y tanto el Cubo de Agua, como el Nido del Pájaro, se nos muestran con su peculiar iluminación. Cientos de chinos de todas las edades opinan igual que nosotros, pero, como casi siempre, la magnitud de los espacios evita la sensación de agobio.

En los días que visitamos Beijing, frente al Nido del Pájaro estaba instalado el Beijing Olimpic Park Travel Food Plaza, una enorme carpa que albergaba, en diferentes stands, una gran muestra de comida china de diferentes lugares del país. La parte central de la carpa estaba ocupada por largas mesas de madera, que podías ocupar libremente para degustar la comida adquirida en las paraditas. Por 20 ¥ sacamos nuestro tiket y, junto a los 5 ¥ que nos costó una bebida de cola, cenamos opíparamente.

Ya había anochecido y antes de regresar al hotel, nuevamente en metro, pudimos disfrutar del azul intenso del Cubo de Agua y del suave rojo del Nido del Pájaro que, con diversas cometas surcando el cielo, nos despidieron de la Zona Olímpica.

Gran Muralla
Nido del Pájaro


Beijing Olimpic Park Travel Food Plaza
Cubo de Agua

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