lunes, 17 de diciembre de 2012

El Espinazo del Dragón

"Cuando llegaba la estación de las lluvias, los distintos tonos de verde se difuminaban y mezclaban para componer otro tono distinto e indescriptible, y rebosaban por los bordes como pinturas disolviéndose sobre la tela." El lago sin nombre. Diane Wei Liang.


Otro de los objetivos irrenunciables de nuestro viaje era conocer el Espinazo del Dragón, los arrozales que, cultivados en terrazas, serpentean por las colinas formando un paisaje único y estremecedor.

Como en el caso de Datong, disponíamos de tan solo un día por lo que no nos arriesgamos a emprender la ruta por nuestra cuenta, hubiéramos tenido que dedicar demasiado tiempo a los transportes como para poder disfrutar con la calma necesaria del espectáculo que se abría ante nuestros ojos.

Previamente al viaje, habíamos contratado con Gary Huang su buen hacer como guía para que nos acompañara en esta excursión que tanto deseábamos emprender. Con las buenas referencias de tantos y tantos viajeros que habían contratado sus servicios y que de ellos habían dejado constancia en el Foro de los Viajeros, íbamos sobre seguro. Y ciertamente, Gary no nos decepcionó. No podemos hacer otra cosa que recomendarlo encarecidamente.

Puntualmente, nos pasó a recoger por nuestro hotel y, acompañados por el Sr. Hong, que sería nuestro conductor durante todo el día, nos dirigimos a Guilin donde tomamos un potente y reconstituyente desayuno chino, un enorme bol de sopa con fideos de arroz, acompañado de pollo y huevo. Ciertamente, conseguimos toda la energía que íbamos a necesitar.

Disfrutando tranquilamente del paisaje, y tras dos horas de viaje, nos acercamos a Longsheng, la región de 66 kilómetros cuadrados que alberga las terrazas del Espinazo del Dragón. Es éste un paisaje modelado por el hombre. Empezadas a construir hace 800 años, se tardó cerca de 300 en dar a las terrazas la forma actual, obra de las cuatro minorías étnicas que conviven en Longsheng: dong, zhuang, yao y miao. Dejamos el coche a los pies de la aldea de Ping´an para emprender caminando nuestro paseo por las terrazas. El ascenso no es especialmente duro, pero sí largo y constante y el sol a esta altura se deja caer con ganas. Reconfortados con alguna que otra taza de delicioso te helado no tuvimos dificultad en recorrer los múltiples senderos y disfrutar de cada uno de los recovecos del paisaje que Gary nos iba descubriendo.

Bajando de las terrazas disfrutamos también de la amabilidad de las mujeres zhuang que hacen de la venta de recuerdos o de comida su modo complementario de ganarse la vida.

De nuevo en carretera, paramos para comer en un restaurante. Como en Datong, éramos los únicos occidentales. La comida estaba deliciosa, como siempre en China, pero aquí sí que tuvimos algún reparo. Después de haber viajado por el río Li se nos hacía difícil comer algún pescado provinente de sus aguas, por mucho que Gary nos lo recomendase insistentemente.

Después de comer nos dirigimos a Yangdi donde tomamos una balsa de bambú para dirigirnos por el río hasta Xingping. A ras de agua, la perspectiva del paisaje cambia radicalmente y el trayecto es sumamente divertido. Tras retomar el coche en Xingping, regresamos finalmente a Yangshuo. Habían sido cerca de doce horas, divertidas, apasionantes y enriquecedoras.

Acordamos con el Sr. Hong que nos recogería al día siguiente para trasladarnos al aeropuerto de Guilin, para lo que ya sería la última etapa del viaje, Shanghai.

Cocinando arroz en caña de bambú
Ping´an


Anciana zhuang
Espinazo del Dragón


Sendero del Espinazo del Dragón
Espinazo del Dragón

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