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Lago ErHai, el que llueva o no llueva, no está en la boca de la rana
"En sus tiempos de «juventud educada» en Yunnan, época que ahora prácticamente les parecía otra vida, sentada junto a Yu, Peiqin chapoteaba con los pies en un arroyo tranquilo y transparente que fluía detrás de su cabaña de bambú." Cuando El Rojo Es Negro. Qiu Xiaolong. |
De los 40 millones de habitantes que tiene Yunnan, cerca de 2 pertenecen a la minoría Bai, que en su mayor parte habita la ciudad de Dali y los pueblos y aldeas que bordean el lago ErHai.
Los Bai son una de las 25 minorías que viven en la región de Yunnan. Para hacerse una idea de lo impresionante de la cifra hay que pensar que China tiene oficialmente reconocidas tan solo 56 minorías y que por lo tanto casi la mitad reside en Yunnan. Ésta es también la región china con el mayor número de prefecturas autónomas y regiones autónomas, nosotros estamos en la Prefectura Autónoma Bai de Dali.
Hoy vamos a navegar por el lago ErHai, que junto con el monte Cangshan forma el paisaje físico y espiritual de los Bai. El día se levanta lluvioso y frío, y aunque todavía no lo sabemos, será uno de los días con peor tiempo de todo el viaje.

No está en nuestras manos cambiar el tiempo y, como dice un viejo proverbio Bai, El que llueva o no llueva, no está en la boca de la rana, así que nos disponemos a partir hacia el lago y tratar de disfrutar del encanto que también puede ofrecer un día gris.
Nuestro conductor llega puntual a la hora acordada, como siempre intercambiamos teléfonos –nos pide que le hagamos una foto con el móvil, para reconocerlo cuando nos venga a recoger finalizado el recorrido por el lago- y nos lleva hasta el embarcadero. Una vez allá, él se encarga de realizar todos los trámites. Cuando todo está en orden, nos despedimos y embarcamos.
El barco es bastante grande y con diferentes cubiertas. Nosotros nos vamos hacia la más alta para disfrutar mejor del paisaje, pero continua lloviendo de forma intermitente y la niebla es omnipresente, una verdadera lástima.
ErHai es un lago grande, ocupa un área de 250 km2 y aloja diversas pequeñas islas. El barco nos lleva hacia la de Xiao Putuo, que únicamente acoge un pequeño templo en el centro y numerosas paraditas de comida que bordean el islote, casi tocando el agua del lago. La recorremos en pocos minutos y damos buena cuenta de algo parecido a una tortilla de camarones que, en aquel momento y en aquel lugar, nos parece deliciosa.
De vuelta en el barco y cuando llevamos un rato de navegación, una tripulante nos viene a buscar a la cubierta y nos lleva hasta el salón comedor donde un grupo ofrece un espectáculo de baile y canciones tradicionales Bai. Mientras se desarrolla el espectáculo nos van ofreciendo una degustación de diferentes muestras de té de Yunnan, todas sin excepción realmente buenas.
Al rato, el barco efectúa la penúltima parada, en la isla de Nánzhào donde, como toda la tripulación, aprovechamos para comer alguna cosa. De nuevo en el barco y tras un pequeño rato de navegación llegamos al final, en Shàngguan, donde nos espera nuestro conductor.
Nos comenta si en el camino de regreso nos apetece parar para conocer alguno de los pueblos que bordean las orillas del lago y, por supuesto le decimos que si. Nos acerca a Xizhou, un pequeño pueblo (en la escala china) de poco más de 30.000 habitantes.
Xizhou (literalmente Ciudad feliz), conserva el que tal vez sea el mayor y mejor conservado conjunto de casas tradicionales bai. Se trata de unas 200, del período de la dinastía Quing, la última que gobernó China.

La actual modestia de Xizhou, poco hace sospechar la curiosa historia que ocultan sus calles. Durante la invasión japonesa, Xizhou dio refugio a un gran número de intelectuales de toda China que huían de la represión y la guerra, también la Universidad Huazhong se trasladó a la ciudad, este cúmulo de circunstancias dio paso a que durante unos años floreciera el estudio y la cultura en la ciudad, época en la que fue conocida como la "Cambridge del Este."
Hoy ya no queda nada de ese pasado, pero la ciudad continua manteniendo un encanto especial. Vamos paseando por sus calles, todavía de tierra muchas de ellas, y nos acercamos a la plaza central donde todavía funciona el mercado del día, básicamente paradas de fruta y alimentos, en la plaza también hay grupos de ancianos sentados en el suelo fumando plácidamente, que, sin demasiada curiosidad, apenas levantan la vista cuando nos aproximamos.
En el pueblo también hay una pequeña atracción turística, la reproducción de una pequeña aldea bai, donde, con el pretexto de representar la vida tradicional, aprovechan para vender té a los numerosos turistas chinos que se acercan en autocares. Nos puede la curiosidad y pagamos los 60 yuanes que cuesta la entrada para darnos un paseo por las diferentes dependencias. No está pensada para el occidental con lo que podemos permitirnos pasear tranquilamente sin ningún tipo de “presión comercial”.
El conductor nos acerca a nuestro hotel de la ciudad vieja de Dali, donde tras descansar un poco, nos disponemos a callejear buscando un lugar para cenar.

Paseando sin rumbo fijo pasamos por delante de la mezquita con sus curiosas cúpulas de color verde y exploramos tranquilamente las calles adyacentes a Renmin Lu. Definitivamente, Dali tiene un encanto difícil de describir, de entrada tal vez no impacte, pero te atrapa poco a poco.
Siguiendo una recomendación de la Lonely cenamos en el Café de Jack, arroz y pollo al mango, la comida está realmente buena y el restaurante es agradable, nos pasamos un buen rato conversando y recapitulando tranquilamente los sucesos del día.
De regreso al Yinfeng, hacemos una parada en Mandarin Books, una pequeña y atractiva librería en la calle Huguo lu. La librería dispone de un gran número de libros chinos traducidos a otros idiomas, aprovechamos para comprar algunos cuentos ilustrados chinos y libretas y bolsas de tela de la propia librería.
Llega ya la hora de dormir, que mañana nos espera Lijiang.
Los Bai son una de las 25 minorías que viven en la región de Yunnan. Para hacerse una idea de lo impresionante de la cifra hay que pensar que China tiene oficialmente reconocidas tan solo 56 minorías y que por lo tanto casi la mitad reside en Yunnan. Ésta es también la región china con el mayor número de prefecturas autónomas y regiones autónomas, nosotros estamos en la Prefectura Autónoma Bai de Dali.
Hoy vamos a navegar por el lago ErHai, que junto con el monte Cangshan forma el paisaje físico y espiritual de los Bai. El día se levanta lluvioso y frío, y aunque todavía no lo sabemos, será uno de los días con peor tiempo de todo el viaje.

No está en nuestras manos cambiar el tiempo y, como dice un viejo proverbio Bai, El que llueva o no llueva, no está en la boca de la rana, así que nos disponemos a partir hacia el lago y tratar de disfrutar del encanto que también puede ofrecer un día gris.
Nuestro conductor llega puntual a la hora acordada, como siempre intercambiamos teléfonos –nos pide que le hagamos una foto con el móvil, para reconocerlo cuando nos venga a recoger finalizado el recorrido por el lago- y nos lleva hasta el embarcadero. Una vez allá, él se encarga de realizar todos los trámites. Cuando todo está en orden, nos despedimos y embarcamos.
El barco es bastante grande y con diferentes cubiertas. Nosotros nos vamos hacia la más alta para disfrutar mejor del paisaje, pero continua lloviendo de forma intermitente y la niebla es omnipresente, una verdadera lástima.
ErHai es un lago grande, ocupa un área de 250 km2 y aloja diversas pequeñas islas. El barco nos lleva hacia la de Xiao Putuo, que únicamente acoge un pequeño templo en el centro y numerosas paraditas de comida que bordean el islote, casi tocando el agua del lago. La recorremos en pocos minutos y damos buena cuenta de algo parecido a una tortilla de camarones que, en aquel momento y en aquel lugar, nos parece deliciosa.
De vuelta en el barco y cuando llevamos un rato de navegación, una tripulante nos viene a buscar a la cubierta y nos lleva hasta el salón comedor donde un grupo ofrece un espectáculo de baile y canciones tradicionales Bai. Mientras se desarrolla el espectáculo nos van ofreciendo una degustación de diferentes muestras de té de Yunnan, todas sin excepción realmente buenas.
Al rato, el barco efectúa la penúltima parada, en la isla de Nánzhào donde, como toda la tripulación, aprovechamos para comer alguna cosa. De nuevo en el barco y tras un pequeño rato de navegación llegamos al final, en Shàngguan, donde nos espera nuestro conductor.
Nos comenta si en el camino de regreso nos apetece parar para conocer alguno de los pueblos que bordean las orillas del lago y, por supuesto le decimos que si. Nos acerca a Xizhou, un pequeño pueblo (en la escala china) de poco más de 30.000 habitantes.
Xizhou (literalmente Ciudad feliz), conserva el que tal vez sea el mayor y mejor conservado conjunto de casas tradicionales bai. Se trata de unas 200, del período de la dinastía Quing, la última que gobernó China.

La actual modestia de Xizhou, poco hace sospechar la curiosa historia que ocultan sus calles. Durante la invasión japonesa, Xizhou dio refugio a un gran número de intelectuales de toda China que huían de la represión y la guerra, también la Universidad Huazhong se trasladó a la ciudad, este cúmulo de circunstancias dio paso a que durante unos años floreciera el estudio y la cultura en la ciudad, época en la que fue conocida como la "Cambridge del Este."
Hoy ya no queda nada de ese pasado, pero la ciudad continua manteniendo un encanto especial. Vamos paseando por sus calles, todavía de tierra muchas de ellas, y nos acercamos a la plaza central donde todavía funciona el mercado del día, básicamente paradas de fruta y alimentos, en la plaza también hay grupos de ancianos sentados en el suelo fumando plácidamente, que, sin demasiada curiosidad, apenas levantan la vista cuando nos aproximamos.
En el pueblo también hay una pequeña atracción turística, la reproducción de una pequeña aldea bai, donde, con el pretexto de representar la vida tradicional, aprovechan para vender té a los numerosos turistas chinos que se acercan en autocares. Nos puede la curiosidad y pagamos los 60 yuanes que cuesta la entrada para darnos un paseo por las diferentes dependencias. No está pensada para el occidental con lo que podemos permitirnos pasear tranquilamente sin ningún tipo de “presión comercial”.
El conductor nos acerca a nuestro hotel de la ciudad vieja de Dali, donde tras descansar un poco, nos disponemos a callejear buscando un lugar para cenar.

Paseando sin rumbo fijo pasamos por delante de la mezquita con sus curiosas cúpulas de color verde y exploramos tranquilamente las calles adyacentes a Renmin Lu. Definitivamente, Dali tiene un encanto difícil de describir, de entrada tal vez no impacte, pero te atrapa poco a poco.
Siguiendo una recomendación de la Lonely cenamos en el Café de Jack, arroz y pollo al mango, la comida está realmente buena y el restaurante es agradable, nos pasamos un buen rato conversando y recapitulando tranquilamente los sucesos del día.
De regreso al Yinfeng, hacemos una parada en Mandarin Books, una pequeña y atractiva librería en la calle Huguo lu. La librería dispone de un gran número de libros chinos traducidos a otros idiomas, aprovechamos para comprar algunos cuentos ilustrados chinos y libretas y bolsas de tela de la propia librería.
Llega ya la hora de dormir, que mañana nos espera Lijiang.
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