jueves, 22 de noviembre de 2012

Busan, una ciudad que rodea montañas

"El barco pequeño de la vida que naufraga en el mar embravecido, sin ancla ni timón navega en el mar terrible donde un fragmento de la esperanza que sueña el país de oro, aún no descubierto, se convieerte en brújula, en ruta de navegación y en viento favorable; una última parte de la ola golpea el cielo y otra última parte de la ola golpea la tierra." Su silencio. Han Yung Un



Como dice Luis de Luis@Keio experiencing Japan “Busan NO es una ciudad rodeada de montañas, es una ciudad que rodea montañas.” Resulta difícil hacerse una idea del contorno y de la imagen de la ciudad pero en cambio resulta muy fácil moverse por ella con el metro. Fácil y barato, el billete sencillo cuesta 1.100 W para un trayecto corto o 1.300 W para una viaje largo. También existe el pase válido para todo el día que cuesta 3.500 W y que realmente sale a cuenta. En todas las estaciones existen máquinas expendedoras con instrucciones en inglés.

No teníamos una idea muy clara de lo que íbamos a hacer en Busan, tan solo teníamos claro que queríamos visitar el Mercado de Pescado de Jagalchi y el templo de Beomeosa.

Así que bien de mañana nos dirigimos en metro hasta la estación de Jagalchi, de la línea 1, cuya salida 10 nos dejaría cerca del mercado.

A diferencia del famosísimo Mercado de Tsujiki en Tokio cuya actividad reside en el interior del mercado, el de Jagalchi vale la pena por los centenares de paradas de pescado, mariscos y algas que se amontonan en los alrededores del edificio principal.

Es un colorido espectáculo para la vista, pero también para el olfalto y el oído. El soniquete "¡Oiso!, ¡Boiso!, ¡Saiso!", (¡Venga!, ¡Vea!, ¡Compre!) que continuamente proclaman las vendedoras acompaña toda la visita.

Después de la experiencia del mercado, aprovechando que hay una parada del Bus Turístico y una oficina de información donde podemos comprar el billete, decidimos hacer un trayecto en el mismo. No disponemos de mucho tiempo en Busan y creemos que es una buena manera de hacernos una idea global de la ciudad. Una ciudad que se nos escapa en la complejidad de su orografía.

Hay varias rutas y nos decidimos por la de Haeundae que desde la Estación de Busan recorre el Museo de Busan, la Playa Gwangalli, Nurimaru, la Playa Haeundae, el Centum City, el Museo de Arte Moderno (Bexco), el Puente Gwangandaegyo, el Cementerio Conmemorativo de la ONU y, en un trayecto circular regresa a la Estación de Busan.

No acaba de ser una idea del todo provechosa. El tráfico de Busan es infernal y la ciudad se nos continúa escapando. Con todo, disfrutamos de las vistas de la gigantesca playa de Haeundae, repleta a rebosar con miles de sombrillas y bañistas con complejos trajes de baño o con camisetas para impedir el paso de los rayos de sol, en esa fobia tan característica de los orientales por el sol.

De regreso a la Estación de Busan nos encaminamos hacia el Barrio Chino para comer en uno de los numerosos restaurantes que pueblan el lugar. Comida china realmente muy buena. Como ha venido siendo habitual desde que llegamos a Corea, somos los únicos occidentales en el local y el resto de comensales nos observan con curiosidad poco disimulada.

Llama la atención la proliferación de rótulos escritos en caracteres cirílicos. La estrecha relación comercial y el tráfico de personas que unen Busan y la ciudad rusa de Vladivostok, hacen que la presencia de marineros y turistas rusos sea una constante, sobre todo en las zonas comerciales cercanas al puerto. Probablemente Busan es de los pocos lugares de Asia donde occidental no es sinónimo de americano, aquí cualquier occidental es calificado de ruso.

Después de la abundante comida –que por primera y única vez en todo el viaje no es picante-, nos dirigimos al centro de la ciudad vieja, las áreas de Gwangbok-dong y Nampo-dong, un animado eje comercial poblado de tiendas, cafés y un interesante mercado callejero. Visitamos también la plaza BIFF, la zona que abarca desde Nampo-dong hasta Chungmu-dong que es epicentro del famoso festival cinematográfico de Busan.

Ya en el hotel coincidimos con el equipo de béisbol que se ha enfrentado con los Gigantes de Lotte, el equipo local. Por sus caras deducimos que el resultado no debe haber sido favorable, resulta chocante ver a los jugadores vestidos todavía con sus uniformes moverse por el hotel. Busan es la capital del béisbol y el equipo local toda una institución.

Al día siguiente emprenderemos el camino hacia Japón pero reservamos la mañana para visitar el templo de Beomeosa.



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